10.000 M $: las consecuencias de la crisis

Todo parece indicar que los fletes marítimos han comenzado a descender y hoy, el sector de la logística internacional calcula lo que les ha costado a los exportadores los contratiempos surgidos tras la COVID-19.

Según el informe de Naciones Unidas, las empresas exportadoras han sufrido pérdidas que superan los 10.000 millones dólares. Palabras mayores.

El bloqueo en el área logística, que comenzó a finales del año 2020 y vio su punto álgido en el año 2021, ha pasado factura. La propia congestión portuaria y las dificultades para responder al aumento de demanda hizo que no hubiera ni equipos ni espacio ni personal suficiente.

En el año 2021 el retraso en el transporte de contenedores fue aún mayor y las rutas entre oriente y Norteamérica pasaron a tardar hasta 12 días cuando lo normal eran 2.

El resultado

Tras multiplicarse por 4 el coste de los fletes, muchas empresas han acumulado una importante suma de dinero. De hecho, en el segundo trimestre del año 2022 el beneficio de la industria superó los 400.000 millones de dólares. Es el caso de CMA CGM.

Pero todo lo bueno acaba y con este ajetreo las flotas también han visto su final en muchos casos. Y es que muchas de ellas necesitan sustituirse.

Según los profesionales en economía, este año el crecimiento del comercio marítimo solo será de un 1,4% y los próximos 4 años se espera un máximo del 2,1% al año. Una desaceleración del ritmo que se debe en gran parte al debilitamiento de Asia, el aumento de la inflación y el del coste de vida que hace que, simplemente, la población gaste menos.

A partir del año que viene, además, entran en juego tres normas medioambientales en el sector marítimo. Reducir las emociones con una navegación más pausada, usar combustibles más económicos como el amoniaco, el metanol y la electricidad o hacer ciertos cambios con fin de velar por el ecosistema. Un ecosistema que, como podemos ver, pide ayuda a gritos.

Todo ello, va a suponer un aumento de los costes en transporte, que también va a afectar la propia cobertura de los seguros a la capital futura y por supuesto, al consumidor final.

Como podemos ver a día de hoy, seguimos siendo testigos y protagonistas de las consecuencias de la crisis provocada hace dos años por la COVID. Una crisis que también nos enseñó cómo enfrentarnos a cualquier contratiempo y sobre todo a saber que la industria del transporte sigue resurgiendo de sus cenizas con más fuerza que nunca.